Los que no eran llamados
Antonio Bolainez | mayo 21, 2019
Yo me dejé buscar por los que no preguntaban por mí y fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: “¡Aquí estoy, aquí estoy!”. Isaías 65:1
Introducción
Este fin de semana pasado, durante el viaje al pueblo Evansville, Indiana, terminé de estudiar el precioso libro del profeta Isaías. Mientras iba en el avión, me impactó sobremanera este pasaje de Isaías 65:1.
Impacto que tomo más valor, al haber estado en un evento de un pequeño concilio llamado Monte de Sion. Al ver a un gremio evangélico compuesto por gente completamente humilde, en su gran mayoría de mexicanos. Muchos de ellos han vivido por más de diez años en esta Nación. Sus hijos han nacido aquí; pero ellos viven en el país sin tener el mas mínimo permiso. No tienen licencia de conducir; pero manejan en las carreteras. No tienen seguros médicos; pero el Altísimo se compadecido de ellos.
A pesar de nunca haber tenido un permiso, ellos viven cada día por fe. Casi la totalidad de estos hermanos vinieron a conocer al Señor en esta Nación que levanta la bandera del cristianismo. Y esta gente humilde, como miles y miles más que viven en los Estados Unidos, desde que se convirtieron al cristianismo, dejaron todos los vicios, dejaron de manejar ebrios en las carreteras, y también abandonaron sus ídolos.
Este domingo, en el final de esta convención, se me salían las lágrimas al verles alabando al Señor con una pasión impresionante. Y ver al pastor líder fundador de este concilio, que tiene que andar un aditamento médico, debido a que pasó por una dura operación estomacal; verlo a él, con ese impedimento, cantando y animando a su concilio a seguir trabajando y levantando más iglesias para el Señor, me causó un mayor impacto.
Y es que eso es lo lindo del gran misterio de la preciosa Iglesia del Señor Jesús. Un pueblo compuesto de gente de todos los colores y razas del mundo, de todos los estratos sociales, y todos ellos se identifican con un solo nombre.
Dos Pueblos, Un Solo Señor
Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, ahora habéis alcanzado misericordia. 1 Pedro 2:10
Pablo explica claramente en Romanos 11, que Israel nunca ha dejado de ser pueblo de Dios, y que más bien su endurecimiento, en parte, era para dar lugar a que los gentiles entraran en la gracia, bajo el nombre de Iglesia Cristiana.
Isaías dice que a este pueblo que no tenía nombre se le dio un nombre. Es increíble cómo esto se cumplió al pie de la letra. Desde aquel momento en que Pablo llegó a Antioquia con el mensaje del evangelio, a los creyentes se les conocía como los seguidores del ungido, llamado Jesús. La palabra ungido en griego es Cristo, y por eso en Antioquia les llamaron a los seguidores de Jesús, los “Cristianos”, y a partir de ese momento, y hasta hoy en día, así se le conoce a la Iglesia del Señor Jesús.
Pedro reconoció a este nuevo pueblo, y les llamo real sacerdocio, nación santa, pueblo escogido de Dios, y que vino a ser tan amado de Dios, al igual que Dios ama a su pueblo de Israel. El misterio de los dos pueblos se puede ver desde la oración de bendición de Jacob sobre los dos hijos de José, Efraín y Manases. Manases era el mayor, por lo que fue puesto a la mano derecha, para que el anciano padre Jacob, pusiera la mano derecha sobre él y recibiera de primera la bendición, a la izquierda fue puesto Efraín. Pero a la hora de la bendición, Jacob cruzo la mano y puso su mano derecha sobre Efraín, y lo bendijo diciéndole que sería padre de muchos pueblos en todo el mundo; no olvidemos que la tribu de Efraín fue la primera tribu que se perdió entre los gentiles, ante el mundo están perdidos, pero ante Dios no, porque él conoce los genes de cada humano.
Cuando José vio que su padre cruzaba las manos para la bendición de sus dos hijos, él quiso avisarle a Jacob que estaba equivocando, pero el anciano padre le dijo: Lo se hijo mío. El tema es lindo, y quizás faltaría tiempo para explicarlo a profundidad; pero así son los lindos misterios del Señor.
Pablo lo resumen de una forma más práctica, diciendo que de los dos pueblos ha hecho uno. Pues al final en el milenio, ambos pueblos, judíos y cristianos, estarán juntos gobernando con el Señor. Lindo es este misterio de los dos pueblos, y cabe mencionar, que a ambos pueblos Satán los odia, y los ha perseguido con toda su furia, y no los ha podido vencer; y no lo podrá vencer. Aunque ahora Satán está utilizando las mismas redes sociales, para meter a sus infiltrados, para atacar, juzgar y desprestigiar al pueblo del Señor, no podrá vencerlos. Porque estos pueblos, Israel y la Iglesia, están en ambas manos del Señor.
Conclusión
E Isaías dice resueltamente: «Fui hallado por los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí». Romanos 10;20
Pablo entendió perfectamente bien este pasaje de Isaías 65:1 y lo aplicó a la Iglesia; que por cierto en la parte original dice así: “Una nación no llamada por mi nombre”. ¡Maravillosos son los misterios de Dios!
Por eso mi estimado, si eres evangélico, nunca te lances contra tus hermanos, porque te estas destruyendo a ti mismo. Y si no lo eres mi amigo, te conviene convertirte a ti y a toda tu familia a Jesús, y formar parte de este pueblo muy amado de Dios, al igual que el pueblo de Israel.
Sintámonos dichosos todos los que somos cristianos, de que el Altísimo Dios Todo Poderoso, haya tenido su preciosa y divina misericordia, de habernos escogidos por medio de su precioso Hijo amado Cristo Jesús. Por esta razón evitemos atacarnos unos a otros, como pretende hacer Satán en las redes sociales, usando a hipócritas fariseos, para que nos juzguemos nosotros mismos, y de esa forma el enemigo logra su objetivo de denigrar al cuerpo de Cristo. Pero como dice su divina palabra: Si Dios es cono nosotros, quién contra nosotros.
Sigamos adelante como Iglesia, predicando el evangelio, y caminando en fe. Que Él siempre tendrá su divina mirada sobre nosotros, como los miles de inmigrantes en E.U., que a pesar de todas las dificultades, el Altísimo les da gracia, aun con las propias autoridades estadunidense.
Dios les bendiga grandemente.
Antonio Bolainez.